¿Se están perdiendo nuestras lenguas? O ¿Nos estamos perdiendo nosotros?
Por: Ana Luisa Moctezuma Ramirez
Pensemos, un momento,
en la actitud
que asumen los indígenas
frente a su propia lengua: ¿Por
qué el rechazo a las lenguas indígenas?,
¿Por qué los padres de
familia no desean que se les
enseñe a leer y escribir las
lenguas madre a sus hijos?
De una u otra forma, el rechazo a la lengua indígena tiene que ver, fundamentalmente, con las experiencias dolorosas que han
vivido históricamente los
indígenas, desde la invasión española, principalmente. No
podemos desconocer, que nuestros ancestros, fueron, desde siempre, maltratados socialmente, por
su condición indígena.
Pesadilla que provocó, en el
tiempo, su automarginamiento y
alejamiento de su propia cultura
y lengua, para
evitar que se
siga repitiendo la historia con sus hijos.
En este
proceso, para evitar
toda situación dolorosa,
los indígenas han preferido asumir el cambio y acomodarse a los nuevos escenarios,
dejando de lado su propia cultura
y lengua, que no cobra funcionalidad en el ámbito formal.
En la
filosofía de los
indígenas monolingües y
algunos bilingües, escribir sus
lenguas significaría entonces
celebrar la muerte de éstas; el hecho de
graficar alfabéticamente la lengua congelarla su vida, sepultarla; ponerla
escrita en un libro es archivarla y consecuentemente olvidarla.
Cuando hablamos
de los indígenas,
estamos ante una situación en donde la lengua, no solamente es considerada como un
instrumento de comunicación, sino
tiene una connotación mucho
más profunda, desborda
los marcos acostumbrados con
que se le
mira académicamente, logrando una
connotación sagrada, como
parte de una totalidad colectiva natural y humana.
Si pretendemos
salvar nuestras lenguas
indígenas, lo primero que
tenemos que hacer
es curarnos del
mal de identidad, del mal de cultura
que nos hace cada
vez más denigradores de
nuestra propia identidad,
de nuestras lenguas y
culturas. Si no curamos
nuestra enfermedad de inconsciencia, de
automarginación y de pensar que
nuestra lengua no sirve, o sintiéndonos inferiores con respecto a otras culturas; si
seguimos legitimando la
idea de desventaja lingüística-cultural sin
hacer nada por
superarla, todo seguirá como
está y nuestras lenguas seguirán muriendo.
En este sentido, tenemos que estar
conscientes y convencidos de dos cosas: uno, la solución a los problemas que
atraviesan nuestras lenguas indígenas somos los hablantes, y nadie más.
Como dice Littlebear, la
responsabilidad de salvar nuestras lenguas es nuestra y solamente nuestra y
dos, los decretos y las instituciones oficiales no pueden ser responsables
directos del mantenimiento o sustitución
de las lenguas indígenas, aunque sí
lo son de
las acciones que
limitan sus usos y
funciones.
Si queremos evitar que mueran
nuestras lenguas indígenas, si
queremos conservarlas, fortalecerlas y,
desarrollarlas, tenemos que
tomar conciencia, con
o sin ayuda de los especialistas y
estudiosos de la lengua. Si bien es cierto, la ayuda de
instancias especializadas y
personas externas es necesaria, pero no es suficiente. Porque parte del
deterioro de nuestras lenguas es causada por la constante disminución de
hablantes nativos. El camino a la intervención lingüística, con el
objeto de preservación
de la lengua , tiene que ir, previo o paralelo a la intervención
étnico-cultural, es decir, el tratamiento debe
ser global, partiendo
de la situación socio-económica
de las poblaciones indígenas, pasando por lo político, cultural y lingüístico.
Es más, el cambio de
perspectiva cobra importancia, en
la medida que la
lengua deja de
ser un simple
objeto de estudio para
convertirse en sujeto de derecho.
Contacto:
blueswallow.88@outlook.com
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